by Lindsay Mack 

26CafeMay2015StephandHeidi680
 
La risa de Sarah no me cae bien en estos días. Me imagino estando sentada frente al personaje bíblico, Sarah, en un café, tomando un té y ella me dice: “Después de todos estos años !Abraham y yo, por fin estamos embarazados! ¿Pueden creerlo? “Ella se ríe con alegría y aplaude sus manos.

 

En el escenario imaginario, respiro profundamente y con un fuerte abrazo trato de calmar el mismo tornado familiar de sentimientos de envidia, sorpresa y tristeza. Le doy una pequeña risa y le felicito débilmente, pero por suerte, ella no nota mi desanimo.

En mi cabeza, me digo a mi mismo que mi comportamiento es ridículo. Este es un momento de alegría para Sarah, y a pesar mis sentimientos, estoy determinada en compartirlo con ella. Hago un esfuerzo valiente pero, una hora más tarde después de que Sarah y yo nos hemos abrazado y despedido, entro a mi coche abrumada de tristeza y confusión, empiezo a llorar. ¿Porque Sarah está embarazada y yo no lo estoy?

Mi pareja y yo hemos estado tratando de quedar embarazados por más de cinco años. Debajo del deseo de tener hijos biológicos, además de un sinnúmero de pruebas de sangre, tomas de temperatura y el interrogatorio clínico sobre nuestra vida sexual, hay una tormenta de emociones que muy rara vez se comparte con los demás. En nuestro caso, nuestra incapacidad para concebir un bebe trae a nuestras vidas una variedad de sentimientos extraños como dolor, tristeza, vergüenza, confusión y envidia. El estrés de las consecuencias financieras de un tratamiento de fertilidad puede ser paralizante. Estamos afectados por la inaccesibilidad del sueño de ser mama y papa, y cuestionamos nuestra identidad como personas. Todo esto junto puede ser una situación abrumadora.

La Iglesia se esfuerza en caminar con las personas a través de sus altibajos de la vida. La Biblia nos recuerda que estamos llamados en ayudar a miembros(as) emocionalmente y físicamente vulnerables de nuestra comunidad. Dichoso el que piensa en el débil y pobre;

el Señor lo librará en tiempos malos. (Salmo 41: 1). Cuando alguien está pasando por el dolor de la muerte de un amigo cercano o miembro de la familia, las personas que simpatizan no dudan en llamarles o enviar una tarjeta; de lo contrario, es muy raro que alguien traiga una cazuela de comida al hogar de las personas que se encuentran luchando para embarazarse.

Si mi pareja y yo compartimos acerca de nuestras luchas para quedar embarazados, la gente sofoca la ansiedad para llegar a la esperanza con frases como: “¡Se va a pasar!”, diciéndolo con mucho optimismo. O tal vez: “Todo en el tiempo de Dios, ¡ya se va a quedar embarazada! Dios tiene un plan”.

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Cada persona que lucha con la infertilidad, probablemente reaccionará de forma única a esas palmaditas bien intencionadas en la espalda. En mi caso particular–y sé de otros(as) que comparten este sentimiento–esas palabras juntas con frases como: “hay que relajarse” o, “no se estresen por esto, eso no ayuda”, “dejen de tratar, pronto va a pasar”, puede ser más perjudicial que útil. Hay momentos en que anhelo a los amigos de Job que sencillamente se sienten a mi lado en silencio, cubiertos de cenizas durante siete días y siete noches solamente con su presencia queriendo decir, “Siento que estés pasando por esto.”

El apoyo a personas o parejas en el tratamiento de la infertilidad, podría ser exactamente lo que tenemos que hacer como congregaciones. Jesús nos recuerda en el Evangelio de Juan, estamos llamados a que 34 Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. (Juan 13:34). Hay momentos particulares cuando el apoyo es profundamente necesario. Momentos como el Día de la Madre, a menudo reconocidos en nuestras congregaciones, pueden ser fechas amargas a las personas que luchan con la infertilidad. En mi caso, no es sólo que me hace mucha falta mi madre en el Día de la Madres, pero ahora, también es un recordatorio alumbrado de la incapacidad de mi cuerpo para concebir un bebé.

Aunque me tienta mucho llamar y reportarme enferma o esconderme por debajo de una manta, esto no siempre es una opción viable para mí como pastora. Hace varios años, compartí un poema sobre la maternidad y la infertilidad con nuestra liturgista en mi iglesia. Ella la incluyó como parte de la liturgia en el Día de la Madre. Después del culto, varias personas me hablaron de sus hijas o sobrinas que luchaban por quedarse embarazadas. Luego, un señor mayor sin hijos en mi iglesia en silencio me entregó uno de los rosas que estaban dando a las madres. Él y su esposa sabían de nuestra lucha por quedar embarazados. “Porque yo sé que quieres ser madre”, me dijo. Aunque todavía, yo estaba escondiendo nuestro secreto de la infertilidad, en aquel Día de la Madre, encontré un apoyo y solidaridad no esperada en nuestra congregación.

Aprender a lidiar con el dolor del aborto espontáneo, o una incapacidad para concebir un bebé puede ser una difícil tarea. Pero mi fe me obliga a caminar con esperanza hacia algo mejor. Es un camino de dolor que es más fácil de navegar rodeado por el amor de Dios encarnado en comunidad solidaria.

¿Cómo podemos apoyar a las parejas e individuos que luchan con la infertilidad?

• No tengan miedo de apoyar a alguien. Pregúntale si puedes traer esa cazuela a casa, tal vez en el día de un tratamiento o después de una prueba de embarazo negativa. Y tal vez en traer un poco de chocolate también!
• Desde el principio, si se descubre que alguien está luchando para quedar embarazada, pregunte: “¿Quieres que le pregunte al respecto?” A veces la respuesta es no, pero a veces es sí.
• Sea específico: “¿Le ayuda a hablar sobre su tratamiento?” “¿Podría ofrecer orar, rezar u encender una vela en los días que tengas ciertos procedimientos” y luego enviar un mensaje de texto cuando lo has hecho.
• Pregúntele a la persona luchando con infertilidad acerca de otras cosas que le ayudan a recordar que él o ella es una persona interesante y con talento, aun sin que tengan hijos.
• A veces, lo menos que desea alguien que lucha con la infertilidad es ayudar con niños o niñas en la iglesia. No asuma que, sólo porque alguien no es madre o padre, no tienen información valiosa para compartir sobre el ministerio de niños(as) (o de repente, en cualquier ministerio).
• Sea sensible alrededor de fechas como, Días de las Madres o Días del Padre. ¿Hay una manera de incluir y honrar a personas que desean ser madres y padres, pero no lo son?
• Manténgase cerca si alguien pierde un embarazo.
• ¿Hay un grupo de apoyo local, un particular, el “ministro de Stephen” o consejeros que pueden ayudar?

Preguntas para la discusión:

1. Ha cambiado tu forma de ver a Dios después de pasar por una experiencia adversa en la vida, por ejemplo luchar para conseguir o quedarse embarazada?
2. En los días saturados de mensajes sobre la paternidad y maternidad como el Día de la Madre o Día del Padre-¿cómo cuidas tu espíritu? ¿Cuida bien tu comunidad a las mujeres y hombres que luchan con problemas de fertilidad? Si no los cuidan, ¿cómo se puede sensibilizar de esta tema en tu iglesia?

Actualmente Lindsay Mack sirve como pastora y misionera de la ELCA en la Ciudad de México donde coordina el programa local de “Young Adults in Global Mission” con su esposo, Omar.

Special thanks to Lindsay and her husband Omar for gifting us with this Spanish translation.